viernes, 26 de septiembre de 2025

La iglesia de San Miguel Arcángel de Castrogonzalo

La iglesia de San Miguel Arcángel de Castrogonzalo está situada en el Barrio de Arriba, sobre un pequeño cerro y en uno de los puntos más altos y visibles de toda la localidad. Es un edificio sobrio de aspecto muy macizo, por la solidez de sus muros y la escasez de vanos. Presenta diversas fases constructivas, aunque con trazas múdejares que parecen remontarse al siglo XV. Hasta hace unas décadas en que fue rehabilitada y restaurada, la iglesia estuvo sin culto, utilizada eventualmente como panera o almacén agrícola. Tras la desaparición de la iglesia de Santo Tomás, ha pasado a ser la única parroquia de la localidad, a la vez que ha recogido todas sus imágenes, retablos y objetos litúrgicos. 

Su planta consta de una única nave con cabecera y brazos del crucero semicirculares a modo de ábsides. La torre, de sección cuadrada, está adosada a los pies de la iglesia. La sacristía es una dependencia de escaso interés, incorporada posteriormente en el muro sur. En la actualidad el templo tiene una única puerta de acceso, en lado sur, protegida bajo un porche de construcción muy reciente y enmarcada por un sencillo arco de ladrillo, pero en su lado opuesto se aprecia otra cegada, de similares características, que debió también utilizarse en su momento.

Hacia 1646 los libros de fábrica dan cuenta de la construcción de una nueva torre. Sin embargo, el abandono de las obras por el maestro cantero ocasionó un gran quebranto. En anotaciones posteriores se solicita ayuda al obispado “porque la parroquia es muy pobre para terminar la torre, cubrir la iglesia y adecentar la capilla del Santo Cristo y el retablo mayor”. 

El basamento y sus paredes hasta la mitad de la altura aproximadamente son de piedra de sillería tosca, mientras que  el resto de los muros fueron levantados con ladrillo, así como las bóvedas. Según refiere Madoz, a mediados del siglo XIX no tenía hecha más que la mitad de la torre, sobre la que se formaron precipitadamente cuatro pilastras de ladrillo en sus respectivos ángulos, en cuyos vanos o ventanas se instalaron dos campanas y un esquilón. Esta imperfección es atribuible a la entrada del ejército francés en el año 1808, precisamente cuanto se estaba terminando su nueva fundación, comenzada en 1807 por Antonio Allende, maestro alarife. Este mismo autor advierte que tenía buenas alhajas que debieron llevarse los franceses. Sin embargo, ya en el siglo XVII los libros de fábrica advierten que la  estructura de la iglesia era endeble y pobre, y que tanto la torre como la nave estaban aún sin cubrir.

La parroquia tenía además dos ermitas, una que pertenecía a la Cofradía de la Santa Cruz y otra bajo la advocación de Nuestra Señora de la Trinidad, esta última relacionada probablemente con la cofradía del mismo nombre. También hay constancia de la existencia de un hospital, dependiente de esta última cofradía, en el que se recogían a los pobres de la localidad. En el libro de cuentas se anotan gastos de mantenimiento de enfermos y de intervenciones en el edificio. También hay asientos efectuados por traslado de enfermos a los hospitales de Benavente. Las fiestas de la cofradía de la Trinidad eran dos: la Virgen de Reyes y la de la Trinidad. Estos puntuales pero elocuentes datos nos sugieren la conexión de Castrogonzalo con algunas de las importantes rutas de peregrinación que surcaban el norte de Zamora.

En cuanto al interior del templo, su aspecto está parcialmente enmascarado por el recubrimiento reciente de muros y bóvedas con yeso y escayola. Al margen del magnífico retablo del siglo XVI, del que nos ocuparemos más adelante con detalle, hay que destacar el retablo principal dedicado al santo titular: San Miguel Arcángel. Se trata de una obra ya tardía debida al maestro Francisco García según reza en la inscripción que corre en la moldura de la predela: “Lo pintó y doró Francisco García. Año de 1866. Siendo Párroco D. Remijio Astorga”. También deben ser destacados una talla de San Sebastián, probablemente del siglo XV, y una interesante pila bautismal en piedra. De escaso mérito artístico, pero gran valor testimonial son las tallas de San Antón y San Roque, centro de las principales celebraciones litúrgicas y festivas de la localidad.

Capítulo aparte merece un Cristo románico tallado en madera del siglo XIII que se cobija bajo el arco cegado de la puerta del muro norte. Se trata de una imagen de Jesús en la cruz, ya muerto, con la cabeza ligeramente inclinada hacia su derecha. El rostro, con los ojos cerrados, no expresa padecimiento alguno y presenta por cabello un aparatoso casquete esférico sin detalle y oscurecido por los repintes, tal vez exagerado en época indeterminada y completado seguramente con algún tipo de peluca. Lo mismo se puede decir del bigote y la barba, sin tratamiento escultórico y esbozados superficialmente para recibir algún apósito. La anatomía del torso, muy sintética, se dibuja marcando las costillas y el esternón. Solamente el detalle de la herida sangrante del costado derecho rompe este desarrollo simétrico. El perizonium llega hasta la altura de las rodillas, dejando al descubierto una de ellas. La tela cae en pliegues rítmicos rematados por ondas. Como ocurre con los crucificados ya gotizantes las piernas se cruzan y unen sus pies con un único clavo, lo que hace innecesario el recurso al suppedaneum. Pese a los repolicramados en las carnaciones, en el paño y la cruz, la pieza presenta superficialmente un razonable buen estado, apreciándose a simple vista únicamente la ausencia de dos dedos de la mano derecha. Los repintes son especialmente evidentes y groseros en el rostro, con algunos desprendimientos que muestran impúdicamente las capas subyacentes. También tardías sin duda son un grupo de pinceladas de sangre repartidas sin mucho tino por todo el cuerpo, en un barroco intentó de añadir dramatismo a la talla.


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